sábado, 12 de febrero de 2011

Yo ya no tengo nada claro...

Yo me fui rápidamente de allí, me puse el pijama y me estiré sobre la cama. No tardé demasiado en dormirme, pero soñé muchas cosas, demasiadas… Tantas que no me di cuenta de que todo eso no era un sueño, era la cruda realidad.
-¿Hola? planeta tierra a Marina, adelante.-dijo una voz
De repente abrí los ojos y vi a Alberto con mi maleta, la suya y con la chaqueta ya puesta. Me miré, tan sólo por instinto, y vi que ya estaba vestida y estaba dormida sobre mi cama.
-Venga, princesa, que si no se van sin nosotros.
Me levanté a duras penas y subimos al autocar. Me di cuenta de que Alberto me hablaba, pero yo no podía prestar atención.
-Creo que lo deberíamos dejar, Alberto…-dije sin darme casi cuenta.
-Pero, ¿Qué estás diciendo? Si lo nuestro acaba de empezar, ¿ya quieres cortar conmigo?
-Mira, te voy a ser sincera. Con la muerte de mis padres no sé donde tendré que vivir, ni si tendré que cambiar de colegio, no sé nada…No quiero que mi problema se convierta en el tuyo, Alberto. No te quiero hacer daño, ni quiero que pienses que me aprovecho de la situación para cortar contigo. Sólo quiero que si me hundo, tú no te hundas conmigo, ¿me entiendes?
-No, si tú te hundes, yo me hundo contigo. Para eso están los novios.
-No quiero que te metas en esto por mí. Y, si hace falta, te lo diré más claro.
-No va a hacer falta. Yo me voy a quedar aquí, contigo. Porque te quiero. Porque lo tengo claro. Tú ¿no?
-Yo ya no tengo nada claro…-dije levantándome, tuve suerte, en ese momento habíamos llegado.
 Bajé a toda prisa del autocar, cogí mi maleta y fui rápidamente hacia casa. Y aunque me cueste admitirlo, deseaba que ellos estuvieran allí, en el sofá, esperándome para echarme una buena bronca por no haberlos llamado.
Metí las llaves en la cerradura y respiré hondo, muy hondo. Al abrirse la puerta, tan sólo vi salir de ella un montón de recuerdos y esperanzas, cosas de las cuáles jamás nadie volverá a hablar. Entré, dejé mi maleta y me senté en el sofá, intentando asumir todo lo que había pasado des de la última vez que yo estaba sentada allí.
Ding, dong
El timbre, siempre tan oportuno… ¿Quién sería?
Al abrir me sorprendí, era un chaval joven, alto, rubio y delgado que me miraba sonriente.
-Hola, eres Marina, ¿no?- dijo
-Sí, soy yo…si buscas a mis padres que sepas que no están.
-No, me han enviado para decirte que tras la muerte de tus padres te tendrás que ir con una familia de acogida.
-Ah, era eso…
-Me tienes que acompañar, ¿vale?
Yo asentí, cogí las llaves de casa y cerré la puerta tras de mí. Anduvimos media ciudad y entonces él habló.
-Este edificio es el ministerio de bienestar. Aquí te ayudarán.
-Ok, muchas gracias. Adiós.
Entré en ese extraño lugar y miré hacia todos los lados, en busca de la recepción.
-Hola, me llamo Marina Rodríguez y vengo a…
-Sí. Ya sé a qué viene. Pase por aquí. Esta señora le ayudará.
-Hola- contestó simplemente.
-Encantada, soy…
-Sí, sabemos quién es. Tendrás que ir con una familia de acogida hasta tu mayoría de edad.
Yo tan sólo asentí.
-¿Donde viven? ¿Deberé cambiar de instituto?
- Viven lejos de tu casa. Deberás cambiar de colegio, lo siento.
De repente me acordé de Alberto, de todo por lo que había pasado por él y con él: el rechazo inicial, el primer beso, mí huida, pero, sobre todo, me acordé de la imagen de Alberto, conmigo, bajo el agua cristalina. También me acordé de mis amigas y lo mal que me había portado con ellas, nuestros piques y roces, y que, aún así, nos lo perdonábamos todo, todo…

1 comentario:

  1. ay pobre!! madre mia encima de q se mueren sus padres tiene q cambiar de instituto y alejarse de sus amigos =(
    1Bsoo

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