-Cuéntanos, Marina, confiesa -dijo Verónica.
-Que no os lo voy a contar chicas, que esto sólo es cosa mía y suya.-dije irritada
-Eso es que ha pasado algo-insinuó Elena.
-Y si ha pasado algo entre él y yo, ¿qué haréis vosotras?-pregunté con mala leche.
-Pues te felicitaríamos, porque te ha costado un montón, tía. –dijo Andrea.
-Vale, vale –dije rindiéndome- si, ha pasado algo entre Alberto y yo.
Las chicas estallaron en un grito de júbilo.
-¡Toma, esa!- dijo Verónica. –Es que se veía venir… Un chico como él no puede resistir ser amigo de una chica tan guapa como tú.
-¿Y eso por qué?-pregunté
-Por que es lógico, Marina.-dijo Helena. – Los tíos son así, chica. A ver cuando aprendes….
-Pero, ¿qué ha pasado exactamente?- preguntó Andrea.
-Bueno, pues no sabría decirte…-dije, esquiva.
-Vamos, Marina, que no nacimos ayer- dijo Helena.
-A ver, directa al grano.-dijo Verónica- ¿le besaste?
Yo suspiré y puse los ojos en blanco.
-Me besó él.-reproché.
-¿Y qué hiciste?- parecían todas muy emocionadas con mi historia
-Pues le seguí la corriente, está claro. Pero luego me dio mucha vergüenza y como no sabía qué hacer…
-¿Saliste corriendo?-preguntaron todas a la vez.
-Sí.
-¡¡Tú eres tonta!!- me echaron en cara
-¡Te besa el tío más guapo de todo el colegio y tú vas y sales corriendo!- dijo Helena en un grito.
-Pobrecillo… se debe haber quedado fatal…-dijo Andrea compadeciéndose de él.
-Pues a mí me parece que no le sentó muy bien- dijo Helena señalando en una dirección.
Y allí estaba él, Alberto. Nada más verle, mi corazón empezó a latir un poquito más rápido.
-Parece un zombi,- comentó Verónica- no debe haber dormido nada esta noche.
-Pero aún así es muy guapo- dije sin darme cuenta.
-Marina, creo que le deberías pedir perdón por lo de ayer…-dijo una voz masculina a mí lado.
Era Sam, su mejor amigo.
-Está fatal, chicas. Y siento decirte esto, Marina, pero ayer me llamó por la noche y parecía muy afectado.-dijo Sam
-Y todo por mi culpa…-pensé en voz alta.- ¿Tanto me quiere?- le pregunté.
-Te quiere más de lo que tú te crees, Marina- dijo con voz sincera.- Voy a ver si lo animo. Adiós.
Entonces me dejé caer en la grada en la cual estábamos.
-Es todo culpa mía- dije al borde de las lágrimas.
-Vamos, Marina, no te pongas así. Seguro que lo podéis solucionar, no sé, por ejemplo el lunes cuando vayamos en el autocar.
-Seguro que con una semana en la playa tendrás tiempo de decirle todo lo que sientes y porque reaccionaste así, ya lo verás.
-Eso espero, chicas, eso espero.-deseé.
¡Ring! A clase, chicos- se oyó por megafonía.
Y ahí quedó nuestra conversación, con mi deseo en el aire. Pasaron los días y cuando me quise dar cuenta, ya estaba con mis amigas esperando el autocar en la puerta del colegio.
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