jueves, 1 de septiembre de 2011

Verguenza en la tienda


-Oh, sí.-Le cogí de la mano y lo levanté, para dejar su oreja a la altura de mi boca.- También me tengo que comprar ropa interior, me puedes ayudar a escoger. Si me acompañas, claro.

-¿Dónde hay que ir?

Sonreí y tiré de él para bajar las escaleras.

-Ana, nos vamos de compras.-dije en la puerta de la cocina.-Cenaremos fuera y esta noche tenemos un cumpleaños.

-Vale, pero no volváis muy tarde. Llevaré el móvil encima, por si pasa algo, ¿ok?

-Vale. Hasta luego.

Salimos de casa y cogimos la moto de Ángel. Se subió mientras me pasaba el casco. Y nos dirigimos hacia el centro comercial.

Al llegar estaba bastante lleno, era lógico, todavía no eran las siete de la tarde.

-¿Hay que ir muy arreglado?

-No mucho. Será una fiesta de colegas: las tías arregladitas, los chicos con vaqueros. Lo de siempre.

Entramos en varias tiendas y me probé varios vestidos. Me acabé quedando una falda vaquera monísima y una camiseta blanca de manga corta con un monigote amarillo en el centro. Dicho así, parece muy soso, pero era genial.

-Ahora, toca ir a comprar la ropa interior.

-Lo mejor de todas las compras.-dijo Ángel cogiéndome por la cintura.

-Entremos aquí.-estaba dispuesta a hacerle pasar un poco de vergüenza, que la gente le mirara. Y lo conseguí.

Nada más entrar saludé alegremente a la dependienta. Luego, coloqué a Ángel justo delante de una estantería llena de conjuntos de ropa interior y le hice escoger los que más le gustaran.  Busqué mi talla y fui directa al probador más cercano. Me puse uno, abrí la cortina y él opinó mientras se ponía rojo como un tomate. Después, me quedé solo con uno (azul cielo, de encaje) y cogí otro, pero no se lo dejé ver en ningún momento.

-¿Porqué no me lo enseñas?-preguntó cuando estaba pagando

-Es una sorpresa.

-Me encantan las sorpresas…

-¡Claro, sobre todo si están relacionadas con la ropa interior!-completé con una exclamación, provocando las risas de toda la cola y de la cajera.

En cuanto pagué, Ángel salió prácticamente corriendo de la tienda.
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Ola, ola, ola!!!
Vale, hace tiempo que no escribo. Pero hoy he colgado con este los tres capitulos que he escrito durante mi mes de ausencia.
Como he vuelto de vacaciones, volvía escribiendo en el coche (con 9 horas, me dio tiempo a bastante). Pero cuando lo iba a colgar, lo leía y pensaba: esto esta mal, esto no queda bien... Así que no colgué nada. En cuanto volví, mis amigas me preguntaros por la pagina y entraron. Se lo leieron y me animaron a continuar escribiendo algo más. Aunque esta historia ya no pueda dar más de sí, creo que la seguiré con otro blog, ya que el final de esta es inebitable (más que nada, la historia ya esta encaminada hacia su fin). A este capítulo le seguiran algunos más. Pero la historia no pasará del 14 de febrero (en el libro, no en la vida real). Menuda pista os acabo de dar!!!
Espero que os hayan gustado estos capítulos y me siguaís en la otra historiaa.
Muchisimos besos
Anitah!!

Oh, no


-Algún día incumpliré tu promesa…

-¿Cuál?

Me miró con su sonrisa pícara. Lo entendí de golpe.

-¡Ah! ¿Por qué?

-No sé si podré resistir la tentación…-dijo deslizando su mano lentamente por mi pierna.

-No digas esas cosas porque…-no pude terminar de hablar, ya que él acercó sus labios a los míos.

-¿Qué decías?-murmuró un rato después, cuando separamos nuestros labios.

-¿Estaba diciendo algo?- susurré, perdida en sus ojos.

Se rió alegremente mientras me acercaba a su pecho y besaba mi pelo. Le besé, me besó más. <<Otra vez no>> pensé.

-Ángel-murmuré en el filo de sus labios.

-¿Qué?

-No puedo hacerlo.

-¿El qué?

-Eso.

-¿Tienes miedo de que te haga daño?

-No.

-¿Entonces?

-No me siento preparada.

Él se dejó caer en la cama y suspiró.

-Para mí es una forma de expresar lo que siento. Creo que si no hago eso,-sonrió por un momento- no te demuestro lo mucho que te quiero.

-No necesito hacerlo para saber que te quiero o que me quieres.-paré un momento-Pero no quiero que te sientas mal por mi culpa.

Hubo un silencio por un largo momento, mientras ambos mirábamos al techo.

-Joder, lo siento. No quería hacerte sentir mal.-dijo él.- Anda, ven aquí.

Nos fundimos en un abrazo cariñoso. Sonó el móvil. Por una vez no era el mío el que interrumpía, era el suyo. Lo cogió.

-¡Hombre, Pablo! Cuanto tiempo, tío…-lógicamente no oía lo que decía la otra persona.- ¿Una fiesta en tu casa, hoy?-me miró y yo asentí-... Por tu cumpleaños… ¿Es obligatorio?...Vale, entonces llevaré a mi novia. ¿Contento?... Claro, era lo que querías…Ale, hasta luego.-Y colgó

-¿Pablo?

-Un amigo mío que hace mucho tiempo que no veo. Hoy es su cumpleaños y me ha invitado. Bueno, nos ha invitado.

-¿Nos?

-Me ha dicho que lleve a un acompañante, y sé que quería conocer a la chica de la que tanto ha oído hablar.

-¿Ah, y quién es?

-Tú, tonta-me dio un beso.

-Entonces, ¿esta noche fiesta?

-Por supuesto.

-Pues antes de una fiesta, siempre hay que ir de compras.-le miré y sonreí.

-Oh, no-negó con la cabeza.

Mía... Para ti


Puse una mueca de enfado mientras colocaba los brazos en las mangas de la camisa. Iba a abrochar los botones cuando sus manos me lo impidieron.
-Me puedo vestir sola, soy lo bastante mayorcita ya.-gruñí.
-Va, no te enfades. –dijo mientras abrochaba rápidamente los botones que hacía algunos días había desabrochado. Me pasó la falda cuando terminó. Me coloqué los zapatos. Cogió su mochila, que estaba en el suelo, y yo la mía.
-Irene.-dije en la puerta de su habitación.- ¿Vamos?
Como respuesta, ella salió de su habitación con su mochilita a la espalda.
-Vale.-se cogió de una de mis manos, mientras con la otra se aferraba a Ángel.
Fuimos andando hacia el colegio. Se estaban acercando las navidades y, con ellas, el cumpleaños de Elena. En estos días, me había llamado Verónica, diciéndome que se le celebraría una fiesta sorpresa y que yo aparecería por la puerta con el pastel en las manos. Accedí. Tras el año nuevo, el nueve de enero, sería la gran fiesta. Iríamos al apartamento de Verónica, más que un apartamento era una casa, a orillas del mar y con un porche que siempre utilizaban para las ocasiones especiales.
-Yo ya me voy por ahí-Ángel señalaba una calle.- Irene, pórtate bien.-dijo dándole un beso en la mejilla.- Y tú también- dijo antes de darme un beso en los labios. Adiós, chicas.
¿Qué me portara bien? A este chico le había afectado estar tanto tiempo en el hospital conmigo. Andamos ágilmente hacia la puerta (faltaban cinco minutos y había un gran trecho), despedí a Irene y corrí para poder llegar justo antes que el profesor cerrara la puerta.
-Señorita Marina, veo que hoy se le han pegado las sábanas.
-Lo siento, profesor.
Me senté en mi pupitre con agilidad. María me miraba con curiosidad, pero tendría que esperar. Las horas transcurrieron lentamente y los profesores se sucedían en un largo desfilo interminable.
-Y tras esto, estalló la segunda guerra mundial. Así que deberíamos…- estaba diciendo la profesora de historia, mientras yo tomaba notas frenéticamente.
Una bolita de papel impactó en mi cabeza. La recogí del suelo, mientras simulaba coger mi estuche, y la abrí. Era de Ángela, una chica que había venido a visitarme algún día al hospital. <<Dios, como no se calle me muero… ¿Quedamos  esta tarde?>>
Me giré y le sonreí, mientras asentía con la cabeza. La profesora seguía hablando y hablando. Justo cuando iba a desesperar, sonó el timbre.
-¡Oh, qué pena! – <<Si, que pena…>> pensé maliciosamente.- Mañana os seguiré explicando este magnífico acontecimiento.
-Dios, no se callaba…-dijo Ángela acercándose.- Entonces, ¿Qué hacemos esta tarde?
-¿Quieres venir a mi casa y vemos una peli?
Ella accedió y la convencí de que viniera también a comer, así que llamé a Ana para que pusiera un plato más en la mesa. Juntas recogimos a Irene y nos dirigimos a casa.
Y así se sucedió el día, entre risitas y empujones. Más tarde ella volvió a su casa, su madre reclamaba ya su presencia.
En cuanto cerró la puerta, subí torpemente las escaleras y llamé a la puerta de Ángel. Dentro se oía el suave sonido de su guitarra.
-Adelante.
Entré lentamente y con una sonrisita en la boca. Él siguió con la mirada fija en las cuerdas. Tocó melodía dulce y acompasada, mientras levantaba la mirada y se fijaba en mí.
-Es muy bonita… ¿De quién es?
-Mía…-sonrió- Para ti.
-¿Me la estás dedicando?- Asintió, mientras a mí se me empañaban los ojos.
–Me he inspirado en ti, así que en definitiva es tuya.
-¡Oh, gracias!-me abalancé sobre él y lo llené entero a besos.
-Si te pones así, me obligarás a componer más canciones para ti. A ver si así, al final…
-¡No lo digas!- grité.
Él soltó una risita mientras se dejaba caer en la cama en la que estábamos sentados.