lunes, 21 de noviembre de 2011

Ven conmigo...

-Eres mala, ¿lo sabías?-sonrió rodeándome por la cintura.
-¿Yo?, ¡qué va!
-Anda ven aquí, malota.- se rió y yo lo miré raro.
Me entró la risa, así que, ya nos ves a los dos, riéndonos en pleno centro comercial. Más tarde, después de comprar un helado y mancharnos entre nosotros, volvimos a casa.
-Me voy a duchar, ¿vale?
-Vale, luego voy yo.
Dejé que continuara su camino hacia su habitación y yo me metí en el baño. Me di una larga y relajante ducha, para después salir, envolverme en una toalla y correr del frío en los pies por el pasillo. Me sequé el pelo, lo planché y me vestí. Así, dos horas más tarde de entrar en la ducha, ya estaba fuera. Ángel llevaba ya al menos una hora esperándome.
Cerré la puerta de mi habitación de golpe.
-¡Ya voy!- grité escaleras abajo.
-Espero que merezca la pena…
Vale, se le quedó una cara para echarle una foto. Ni que me hubiera arreglado tanto. Tan sólo me puse rímel, me hice la raya y me puse un poquito de brillo de labios.
-¿N o dices nada?-negó con la cabeza, incapaz de articular palabra- Bueno, si quieres vuelvo a subir y me ducho otra vez, me cambio…-dije dándome la vuelta.
-¡NO!-gritó él.-No, así estás muy bien…
-Vale…-dije con sorna.
El no iba muy arregladito: unos vaqueros y su camiseta favorita, que me encantaba, por cierto.
Nos despedimos de Ana y de Irene y salimos para coger su moto. Nos recorrimos media ciudad y nos empezamos a adentrar en un barrio bastante pijo. ¿Cómo puede tener un amigo así?, me preguntaba.
Total, diez casitas… bueno, casitas, por decirle algo, porque aquellos chalés no eran grandes, pero eran monísimos. Impresionante. Paramos en uno, que destacaba bastante aquella noche. Más que nada, en los otros no había ni un coche, y en ese, la gente se mataba para pillar sitio.
Bajamos de la moto y nos acercamos a la puerta de la casa. Antes de picar al timbre, se oyó un: <<¡¡¡Está abierta!!>>, Ese tan típico de las pelis americanas. Nada más poner un pie en la casa, todo el mundo se nos quedó mirando.
-Es Ángel…, Impresionante…-Se oían millones de voces murmurando lo mismo. Ángel sonrió y entró tranquilamente en la casa, como si estuviera en la suya propia.
-¡Hombre, Ángel! Tres horas tarde, como las estrellas.
-Pablo, chaval…-empezó a decir.
-¿Y quién es esta chica?- le interrumpió Pablo
-No es una chica- dijo él. – Es mi chica.- y me pasó un brazo por los hombros.
-Marina. –dije yo sonriendo tímidamente.
-Uy, Uy, Uy… ¡Que se nos pone celoso!-dijo alegremente el chaval, supongo que era Pablo, y la chica que tenía al lado se rió.
-Bueno, Marina, esta es Mar, una amiga de Pablo.
-La novia de Pablo.-rectificó ella.
-¿Tenias novia y no me lo habías dicho? ¡Qué cabrón!
Los chicos se enfrascaron en una de sus conversaciones en la que no entiendes nada, así que nosotras nos fuimos por nuestra cuenta.
-¿Estás segura?- dijo Ángel antes de que me fuera.
-¡Qué sí!
-Pero…
-Cállate y bésame, tonto.
-Uhh... Se nos ha pillado de verdad, nuestro Angelito…-dijo Pablo al grupito que se había formado tras él. Iban a jugar a fútbol, creo.
-¡Cuando te pille, te vas a cagar!-gritó Ángel al despegarse de mi boca.
-Bueno, que nosotras nos vamos.- Le besé otra vez y me di media vuelta.
-Tienes ahora mismo una cara de idiota…-le dijeron justo antes de que cruzara el umbral de la puerta y le giñara el ojo.
-¡Te voy a matar, capullo!-gritó él.
Mar me presentó a un montón de gente. En cuanto se enteraban que era la novia de Ángel, su cara cambiaba, se llenaba de felicidad, y me volvían a dar dos besos.
Así con unas cien personas. Finalmente, después de todas las presentaciones, cogimos unas Coca-Colas y salimos al jardín, para sentarnos en un sofá que había allí, justo enfrente de la piscina. Estuvimos hablando un buen rato, hasta que se oyó un gran chapuzón: parte de los chicos habían sido tirados al agua. Antes de girarme de nuevo para comentarlo con Mar, Pablo la había tirado al agua consigo. Entonces, noté como una mano fría y mojada se deslizaba por mi nuca, cuello abajo. Un escalofrío y unos ojos verdes. Un apasionado beso en la boca. Saltó el sofá y se sentó a mi lado.
-Venga, ven conmigo-murmuró en mi oreja.
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perdonperdonperdonperdonperdon!
e tao mu liada kon el cole y tal y eso es casi pura inpiración, acabado aora mismito.
K?¿ hay intriga, eh? pues habra que esperar un pokito mas para descubrir lo ke pasa...(mas ke nada, todavia no esta escrito y tengo un monton de examenes.. ajajaj)
espero ke os guste y comenteiss!!


jueves, 1 de septiembre de 2011

Verguenza en la tienda


-Oh, sí.-Le cogí de la mano y lo levanté, para dejar su oreja a la altura de mi boca.- También me tengo que comprar ropa interior, me puedes ayudar a escoger. Si me acompañas, claro.

-¿Dónde hay que ir?

Sonreí y tiré de él para bajar las escaleras.

-Ana, nos vamos de compras.-dije en la puerta de la cocina.-Cenaremos fuera y esta noche tenemos un cumpleaños.

-Vale, pero no volváis muy tarde. Llevaré el móvil encima, por si pasa algo, ¿ok?

-Vale. Hasta luego.

Salimos de casa y cogimos la moto de Ángel. Se subió mientras me pasaba el casco. Y nos dirigimos hacia el centro comercial.

Al llegar estaba bastante lleno, era lógico, todavía no eran las siete de la tarde.

-¿Hay que ir muy arreglado?

-No mucho. Será una fiesta de colegas: las tías arregladitas, los chicos con vaqueros. Lo de siempre.

Entramos en varias tiendas y me probé varios vestidos. Me acabé quedando una falda vaquera monísima y una camiseta blanca de manga corta con un monigote amarillo en el centro. Dicho así, parece muy soso, pero era genial.

-Ahora, toca ir a comprar la ropa interior.

-Lo mejor de todas las compras.-dijo Ángel cogiéndome por la cintura.

-Entremos aquí.-estaba dispuesta a hacerle pasar un poco de vergüenza, que la gente le mirara. Y lo conseguí.

Nada más entrar saludé alegremente a la dependienta. Luego, coloqué a Ángel justo delante de una estantería llena de conjuntos de ropa interior y le hice escoger los que más le gustaran.  Busqué mi talla y fui directa al probador más cercano. Me puse uno, abrí la cortina y él opinó mientras se ponía rojo como un tomate. Después, me quedé solo con uno (azul cielo, de encaje) y cogí otro, pero no se lo dejé ver en ningún momento.

-¿Porqué no me lo enseñas?-preguntó cuando estaba pagando

-Es una sorpresa.

-Me encantan las sorpresas…

-¡Claro, sobre todo si están relacionadas con la ropa interior!-completé con una exclamación, provocando las risas de toda la cola y de la cajera.

En cuanto pagué, Ángel salió prácticamente corriendo de la tienda.
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Ola, ola, ola!!!
Vale, hace tiempo que no escribo. Pero hoy he colgado con este los tres capitulos que he escrito durante mi mes de ausencia.
Como he vuelto de vacaciones, volvía escribiendo en el coche (con 9 horas, me dio tiempo a bastante). Pero cuando lo iba a colgar, lo leía y pensaba: esto esta mal, esto no queda bien... Así que no colgué nada. En cuanto volví, mis amigas me preguntaros por la pagina y entraron. Se lo leieron y me animaron a continuar escribiendo algo más. Aunque esta historia ya no pueda dar más de sí, creo que la seguiré con otro blog, ya que el final de esta es inebitable (más que nada, la historia ya esta encaminada hacia su fin). A este capítulo le seguiran algunos más. Pero la historia no pasará del 14 de febrero (en el libro, no en la vida real). Menuda pista os acabo de dar!!!
Espero que os hayan gustado estos capítulos y me siguaís en la otra historiaa.
Muchisimos besos
Anitah!!

Oh, no


-Algún día incumpliré tu promesa…

-¿Cuál?

Me miró con su sonrisa pícara. Lo entendí de golpe.

-¡Ah! ¿Por qué?

-No sé si podré resistir la tentación…-dijo deslizando su mano lentamente por mi pierna.

-No digas esas cosas porque…-no pude terminar de hablar, ya que él acercó sus labios a los míos.

-¿Qué decías?-murmuró un rato después, cuando separamos nuestros labios.

-¿Estaba diciendo algo?- susurré, perdida en sus ojos.

Se rió alegremente mientras me acercaba a su pecho y besaba mi pelo. Le besé, me besó más. <<Otra vez no>> pensé.

-Ángel-murmuré en el filo de sus labios.

-¿Qué?

-No puedo hacerlo.

-¿El qué?

-Eso.

-¿Tienes miedo de que te haga daño?

-No.

-¿Entonces?

-No me siento preparada.

Él se dejó caer en la cama y suspiró.

-Para mí es una forma de expresar lo que siento. Creo que si no hago eso,-sonrió por un momento- no te demuestro lo mucho que te quiero.

-No necesito hacerlo para saber que te quiero o que me quieres.-paré un momento-Pero no quiero que te sientas mal por mi culpa.

Hubo un silencio por un largo momento, mientras ambos mirábamos al techo.

-Joder, lo siento. No quería hacerte sentir mal.-dijo él.- Anda, ven aquí.

Nos fundimos en un abrazo cariñoso. Sonó el móvil. Por una vez no era el mío el que interrumpía, era el suyo. Lo cogió.

-¡Hombre, Pablo! Cuanto tiempo, tío…-lógicamente no oía lo que decía la otra persona.- ¿Una fiesta en tu casa, hoy?-me miró y yo asentí-... Por tu cumpleaños… ¿Es obligatorio?...Vale, entonces llevaré a mi novia. ¿Contento?... Claro, era lo que querías…Ale, hasta luego.-Y colgó

-¿Pablo?

-Un amigo mío que hace mucho tiempo que no veo. Hoy es su cumpleaños y me ha invitado. Bueno, nos ha invitado.

-¿Nos?

-Me ha dicho que lleve a un acompañante, y sé que quería conocer a la chica de la que tanto ha oído hablar.

-¿Ah, y quién es?

-Tú, tonta-me dio un beso.

-Entonces, ¿esta noche fiesta?

-Por supuesto.

-Pues antes de una fiesta, siempre hay que ir de compras.-le miré y sonreí.

-Oh, no-negó con la cabeza.

Mía... Para ti


Puse una mueca de enfado mientras colocaba los brazos en las mangas de la camisa. Iba a abrochar los botones cuando sus manos me lo impidieron.
-Me puedo vestir sola, soy lo bastante mayorcita ya.-gruñí.
-Va, no te enfades. –dijo mientras abrochaba rápidamente los botones que hacía algunos días había desabrochado. Me pasó la falda cuando terminó. Me coloqué los zapatos. Cogió su mochila, que estaba en el suelo, y yo la mía.
-Irene.-dije en la puerta de su habitación.- ¿Vamos?
Como respuesta, ella salió de su habitación con su mochilita a la espalda.
-Vale.-se cogió de una de mis manos, mientras con la otra se aferraba a Ángel.
Fuimos andando hacia el colegio. Se estaban acercando las navidades y, con ellas, el cumpleaños de Elena. En estos días, me había llamado Verónica, diciéndome que se le celebraría una fiesta sorpresa y que yo aparecería por la puerta con el pastel en las manos. Accedí. Tras el año nuevo, el nueve de enero, sería la gran fiesta. Iríamos al apartamento de Verónica, más que un apartamento era una casa, a orillas del mar y con un porche que siempre utilizaban para las ocasiones especiales.
-Yo ya me voy por ahí-Ángel señalaba una calle.- Irene, pórtate bien.-dijo dándole un beso en la mejilla.- Y tú también- dijo antes de darme un beso en los labios. Adiós, chicas.
¿Qué me portara bien? A este chico le había afectado estar tanto tiempo en el hospital conmigo. Andamos ágilmente hacia la puerta (faltaban cinco minutos y había un gran trecho), despedí a Irene y corrí para poder llegar justo antes que el profesor cerrara la puerta.
-Señorita Marina, veo que hoy se le han pegado las sábanas.
-Lo siento, profesor.
Me senté en mi pupitre con agilidad. María me miraba con curiosidad, pero tendría que esperar. Las horas transcurrieron lentamente y los profesores se sucedían en un largo desfilo interminable.
-Y tras esto, estalló la segunda guerra mundial. Así que deberíamos…- estaba diciendo la profesora de historia, mientras yo tomaba notas frenéticamente.
Una bolita de papel impactó en mi cabeza. La recogí del suelo, mientras simulaba coger mi estuche, y la abrí. Era de Ángela, una chica que había venido a visitarme algún día al hospital. <<Dios, como no se calle me muero… ¿Quedamos  esta tarde?>>
Me giré y le sonreí, mientras asentía con la cabeza. La profesora seguía hablando y hablando. Justo cuando iba a desesperar, sonó el timbre.
-¡Oh, qué pena! – <<Si, que pena…>> pensé maliciosamente.- Mañana os seguiré explicando este magnífico acontecimiento.
-Dios, no se callaba…-dijo Ángela acercándose.- Entonces, ¿Qué hacemos esta tarde?
-¿Quieres venir a mi casa y vemos una peli?
Ella accedió y la convencí de que viniera también a comer, así que llamé a Ana para que pusiera un plato más en la mesa. Juntas recogimos a Irene y nos dirigimos a casa.
Y así se sucedió el día, entre risitas y empujones. Más tarde ella volvió a su casa, su madre reclamaba ya su presencia.
En cuanto cerró la puerta, subí torpemente las escaleras y llamé a la puerta de Ángel. Dentro se oía el suave sonido de su guitarra.
-Adelante.
Entré lentamente y con una sonrisita en la boca. Él siguió con la mirada fija en las cuerdas. Tocó melodía dulce y acompasada, mientras levantaba la mirada y se fijaba en mí.
-Es muy bonita… ¿De quién es?
-Mía…-sonrió- Para ti.
-¿Me la estás dedicando?- Asintió, mientras a mí se me empañaban los ojos.
–Me he inspirado en ti, así que en definitiva es tuya.
-¡Oh, gracias!-me abalancé sobre él y lo llené entero a besos.
-Si te pones así, me obligarás a componer más canciones para ti. A ver si así, al final…
-¡No lo digas!- grité.
Él soltó una risita mientras se dejaba caer en la cama en la que estábamos sentados.

lunes, 1 de agosto de 2011

¿Te vas a morir?

-Shh…-murmuró con voz seductora.- Déjate llevar por tu cuerpo-siguió diciendo con esa voz tan irresistible a ras de mi boca.

Deslizó sus manos de mi cuello a mi cintura y las introdujo por la camiseta del pijama. Me empezó a besar el cuello. Sus manos llegaron a mi espalda. Busqué sus labios y lo besé intensamente, pero despacio, muy lento. Él me besó más intensamente, si podía ser. Me arrastró hacia el suelo y se puso encima de mí.

-¿Marina?-preguntó la vocecita de Irene, había entrado en el lavabo.

-Ángel…-susurré con nerviosismo.

Él seguía besándome, no se había dado cuenta.

-Ángel…-murmuré de nuevo.

Ahora sí que se había enterado, y se alejaba a trompicones de mí. Me senté sobre mis piernas y miré a la pequeña a los ojos, que estaban llenos de confusión.

-Irene-dije tartamudeando.

-¿Te estaba haciendo daño?-me preguntó la pequeña, con lágrimas en los ojos.

-No, Irene. Él estaba…

-…Estaba ayudándola,…-dijo. <<Menuda excusa…, pensé>>

-Porque me estaba ahogando.-concluí con una sonrisa.-No me estaba haciendo daño, me estaba ayudando.

La niña estalló en sollozos y se tiró sobre mi regazo.

-Tengo miedo…-dijo entre lágrimas.- Estas malita y los médicos no te pueden curar. ¿Te vas a morir?

Se me abrieron los ojos como platos y a Ángel se le desencajó la mandíbula. Se acercó a nosotras, cogió a Irene e intentó en vano consolarla.

-No se va a morir, Irene. Esta malita, pero no se muere. Es como cuando tú te resfrías, ¿a que no te mueres?

-Dámela a mí, Ángel. Vete a vestir.-le dije a la oreja. Me la dejó coger, mientras me daba un beso y se iba a cambiar.

Me llevé a la pequeña a mi habitación y la senté en el borde de mi cama, mientras que yo me sentaba en el suelo.

-Irene, no me voy a morir.-sollozó más fuerte al oír esa palabra.

-Yo no quiero que te mueras-dijo, cabezota.

-Mírame, Irene. ¿Te parece a ti que tengo cara de morirme?-ella negó con la cabeza.

-Sólo estoy malita, pero los médicos me curaran, ¿vale?

Se levantó de la cama y se me tiró encima, abrazándome.

-Ya está, peque.-le dije a la oreja.- Me pondré bien…

La pequeña sonrió mientras se enjuagaba las lágrimas. Su sonrisa se ensanchó cuando le acaricié el pelo.

-¿Me ayudas a buscar mi uniforme? Ángel me dijo que lo guardaste tú.

-Está allí.-dijo señalando el tercer estante de mi armario.

 Y salió de mi habitación, dejándome sola para que me pudiera cambiar.

Me quité el pijama y la ropa interior. Cogí del cajón un conjunto rosa pálido. Justo cuando me abroché el sujetador y me iba a colocar la camisa, la puerta se abrió y Ángel apareció tras ella. Grité y me cubrí con la camisa.

-¿Por qué te tapas? -sonrió pícaramente mientras hablaba.-Que pena que antes entrara Irene, podría haber visto lo que se esconde tras ese bonito conjunto…

-¡Eres un pervertido!-le acusé mientas le golpeaba con la camisa.

Se rió alegremente, mientras me sujetaba las muñecas y me acercaba a su boca.

-¿Soy un pervertido?-murmuró tras colocar sus labios sobre los míos un instante.

-Sí-murmuré.

Me besó el cuello mientras seguía sujetando mis muñecas contra la pared como si me torturara.

-¿Estás segura?

-Ajá.-estaba ya salida de mis casillas, otra vez la sensación de estar en otro mundo, bebida y sin control.

Se deslizó hasta mi barriga desnuda y la besó.

-¿De verdad?- dijo con sus labios casi tocando los míos.

Enloquecí ante la posibilidad de besarle otra vez. Me incliné hacia delante y me fundí en un beso con sus labios, mientras nuestras lenguas se rozaban. Tras separarnos, me soltó las muñecas y puso una sonrisa.

-¿Te mueres por besarme y yo soy el pervertido?-dijo como si nada.
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Hola, holaa!!
Que tal las vacaciones? Yo estoy en un pueblo que no tiene ni internet ni cobertura, pero no me olvido de escribir alguna cosilla y luego sobornar a mi hermano para que me deje su ordenador (el único con internet).
Me parece que es uno de los capítulos con los que más he llorado al releerlo. Sobre todo en el momento en que Irene le pregunta a Marina si se iba a morir. Me dio una pena inmensa y eso que yo misma lo he escrito. Me parece que esta historia ya no puede dar mucho más de si. Asi que os hago una pregunta:
Quereís que pase directamente al final o escribo algo más?
Creo que si me lo propongo puedo escribir algo más por ahi en medio, pero no lo sé. Lo dejo en vuestras manos. Espero que os haya gustado mucho, besos.

lunes, 18 de julio de 2011

Ibas a respetar mis decisiones

<<No, imposible. No te acaba de pedir lo tú crees. ¿O sí? No puedo hacer eso. No lo voy a perder otra vez, no quiero. >>

Noté un entumecimiento en todo el cuerpo y cómo alguien, lentamente, deslizaba su dedo sobre mi piel. Me estremecí, en mi habitación no había nadie.

-No, no puedo…-murmuré agonizada justo antes de despertarme.

El rostro de Ángel apareció sobre mi cabeza, y su dedo deslizándose por mis labios.

-¿Estás bien?-me susurró cerca de la oreja. Asentí lentamente.

-Estaba soñando, una pesadilla.

Él simplemente se limitó a acercar su cuerpo al mío (no creía que eso fuera posible), lentamente, hasta colocar mi cabeza en su hombro.

-Te quiero…-le miré con incredulidad. No se me puede decir estas cosas a esta hora de la mañana.-… mucho-añadió.

-Te amo. Yo te gano-le repliqué sacándole la lengua como haría Irene en mi caso.- Te gano en muchas más cosas, que conste.

-¿Estás segura?

Asentí.

-Bueno, pero no me ganas resistiendo cosquillas, ¿o sí?-dijo colocando las manos en mi cuerpo y empezando. Intenté resitir la risa, mantenerme seria… pero no dio resultado.

-Ya, ya. –dije entre pequeños grititos/risas. - Me rindo, tú ganas.

-¿De verdad?- dijo alzando una ceja.

-Sí. –sonreí y levanté levemente la cabeza para darle un beso.

Se oyó una tos pronunciada al lado de mi puerta. Me puse roja como un tomate.

-Siento interrumpir vuestra cháchara matutina, chicos.-dijo Ana mirándonos sonriente.- Pero el desayuno ya está hecho.

Me puse un poco más roja (si eso era posible) y me levanté de mi cama para ir a desayunar. La pequeña de la casa ya estaba sentada en la mesa cuando nosotros llegamos.

-Buenos días, Irene.-dije cogiendo el zumo de la nevera y sentándome.

-Hola.-dijo distraída, removiendo sus cereales con la cuchara.

-¿Estás bien, peque?-preguntó Ángel alborotándole el pelo.

-Sí. –dijo levantándose y dejando el desayuno intacto.- Voy a ponerme el uniforme.

Ángel y yo nos miramos entre nosotros. ¿Qué le podía pasar?

-Está rara-dijo él.

-¿Cómo puede estar rara? ¡Tiene 4 años!

Me ofreció una galleta. La cogí y le sonreí.

-Bueno, voy a vestirme.- Dijo él. Todavía iba en pijama. Bueno, con los pantalones del pijama.

-Espera-dije antes de que se fuera.- Voy contigo.

Ambos nos levantamos y empezamos a subir las escaleras.

-¿Con lo de “voy contigo”, no dirás que vienes conmigo a mi habitación, mientras me   cambio, no?- sonrió pícaramente.

-Idiota…-le dije dándole un puñetazo sin fuerza en la barriga.

Con todo esto, estábamos delante de la puerta del lavabo. Él me empujó ligeramente hacia dentro y cerró la puerta tras él. Me besó. Le devolví el beso.

-¿Te duchas conmigo?-dijo entre suspiros.

Me besó con más pasión. Dios, estaba aturdida. ¡Ni que me hubiera emborrachado! No sabía lo que hacía, mi cuerpo seguía sus instintos. Deslizaba mis manos por su torso y su espalda. Él parecía fuera de control, estaba perdiendo la capacidad de contenerse.

-Dijiste que ibas a respetar mis decisiones…-murmuré exhausta

-He cambiado de idea.-murmuró mordiéndome la oreja.

-Ángel…

jueves, 23 de junio de 2011

Te estoy sugiriendo...no , te estoy obligando

-Eres tonto…-le dije en un suspiro, a ras de su boca.

Me besó dulcemente, mientras rodeaba con sus brazos mi cintura. Separó dulcemente sus labios de los míos, para acercar su boca a mi nuca, dándome un pequeño mordisco. Me dio un escalofrío. Coloqué mis brazos alrededor de su cuello y aproximé mi boca a la suya, dejando que fuera él quien me besara.

-¿Puedo pasar, Marina?-dijo una vocecita detrás de la puerta.

Me separé inmediatamente de Ángel, al que se le habían subido un poco los colores.

-¡Escóndete!- grité en un murmullo. Se levantó y miró a su alrededor, como diciendo: ¿Dónde?

Me levanté, cogí su mano y le empujé bajo mi enorme cama. Él me besó, tontamente. Un <<Shh>> se escapó de mis labios, entre una enorme y tonta sonrisa. Me senté de nuevo en mi cama.

-Pasa, Irene.- De nuevo la sonrisa tonta, al pensar que Ángel y yo parecíamos amantes. Él, escondido bajo mi cama y yo aquí, intentando justificar mis actos ante una niña de cuatro años. Impresionante.

-Mamá dice que la cena ya está lista.-dijo mirando de una forma extraña los bajos de mi cama.- ¿Sabes dónde está Ángel? No lo he visto en su habitación.-dijo inocentemente.

-Em…-me puse claramente nerviosa.- No, estará en el baño.

-Gracias, tata.-sonrió.

-Ahora bajo.

Irene salió de mi habitación. Me agaché al lado de mi cama y puse una mano dentro.

-¿Ángel?-dije al no encontrarlo.

De golpe, una mano me arrastró debajo de mi cama, haciendo que no viera nada. Noté unas cálidas manos sobre mi piel.

-¿Tan bien me escondo?- me susurró al oído.

Me apoyé en él, hacía frío allí. Nos pasamos un rato así, bajo mi cama, abrazados.

-Deberíamos salir de aquí, se preocuparán.- le dije.

-Deberíamos, tú lo has dicho.-murmuró a un milímetro de mi boca. Cogió mi cabeza con sus manos y me besó, lentamente. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal.

-En serio…-dije entre dientes. Al fin, tras un par de minutos, o tal vez segundos allí debajo, conseguí ir a cenar.

La cena transcurrió normal, como cualquier otra. Tal vez un poco más alegre por mi recuperación. Conseguí escabullirme antes de que Ángel terminara y me fui rápidamente a mi habitación. Me quité mis zapatos y mi camiseta, reemplazándola por la camiseta del pijama. Deslicé mis pantalones hacia el suelo, lentamente, para ponerme los otros. Me metí en mi cama, muerta de cansancio, apagué la luz. Y me dormí. A las tres de la mañana un roce en mi piel me despertó.

-Perdona, no pretendía despertarte.-dijo la voz de Ángel en la oscuridad.

-No importa.-dije, aún dormida.

-Bueno, ya te dejo dormir, me voy.

-No, quédate.- Todavía no sé porque dije eso.

Él no respondió. De golpe noté el calor de su cuerpo junto al mío.

-Estás ardiendo- le reproché tocando uno de sus brazos.

-Pues yo tengo frío.-dijo suavemente.- Perdona por haberte despertado, no podía dormir.

-No pasa nada, tranquilo. Anda, ven aquí.-Abrí los brazos, invitándolo a abrazarme. –Creo que tienes fiebre.

-No.

-Sí. Y no me seas cabezota, eh.-puse mis labios sobre su frente y, realmente, estaba ardiendo. Si no tenía más de 38 de fiebre... Noté cómo lentamente su respiración se hacía superficial, hasta quedarse dormido. También mis sentidos se estaban adormeciendo, así que cerré los ojos para entrar en el mundo de los sueños.

-¡Espero que os parezca bonito, chicos!-gritó la voz de una mujer.

Abrí los ojos lentamente. La luz me obligó a cerrarlos y volver a abrirlos. Entonces pude ver a Ana cerca de mi cama, con los brazos cruzados y semblante serio, y a Ángel todavía medio dormido a mi lado, en mi cama, desperezándose.

-¿Me lo podéis explicar?-dijo.

Los dos nos despertamos de golpe. Nos miramos entre nosotros.

-No es lo que parece, Ana. Aquí no ha pasado nada…-intentó explicarle Ángel.

-Ya vale, no os quiero oír a ninguno. Ángel, vete a tu habitación, Marina, tenemos que hablar.

Ángel me miró. Se levantó lentamente y salió de allí. Ana se colocó una mano en la frente.

-A ver… Estoy intentando averiguar que hacía un chico en tu habitación, durante la noche. ¿Puedes ayudarme?

-Es Ángel.

-Quien sea.

-Anoche… él no podía dormir y vino aquí. Entonces le invité a quedarse, porque tenía fiebre.

-¿Sabes? Esto ha llegado demasiado lejos. Sois dos adolescentes que viven juntos, con una niña en casa.

-Irene no se enterará de nada.

-Marina, te estoy sugiriendo…No, te estoy obligando a que cortes con él.

Dios, creo que se me quedó una cara de completo pasmo. Me estba piediendo que dejara a mi novio, a Ángel. Antes de que le pudiera responder, salió con un portazo.