jueves, 23 de junio de 2011

Te estoy sugiriendo...no , te estoy obligando

-Eres tonto…-le dije en un suspiro, a ras de su boca.

Me besó dulcemente, mientras rodeaba con sus brazos mi cintura. Separó dulcemente sus labios de los míos, para acercar su boca a mi nuca, dándome un pequeño mordisco. Me dio un escalofrío. Coloqué mis brazos alrededor de su cuello y aproximé mi boca a la suya, dejando que fuera él quien me besara.

-¿Puedo pasar, Marina?-dijo una vocecita detrás de la puerta.

Me separé inmediatamente de Ángel, al que se le habían subido un poco los colores.

-¡Escóndete!- grité en un murmullo. Se levantó y miró a su alrededor, como diciendo: ¿Dónde?

Me levanté, cogí su mano y le empujé bajo mi enorme cama. Él me besó, tontamente. Un <<Shh>> se escapó de mis labios, entre una enorme y tonta sonrisa. Me senté de nuevo en mi cama.

-Pasa, Irene.- De nuevo la sonrisa tonta, al pensar que Ángel y yo parecíamos amantes. Él, escondido bajo mi cama y yo aquí, intentando justificar mis actos ante una niña de cuatro años. Impresionante.

-Mamá dice que la cena ya está lista.-dijo mirando de una forma extraña los bajos de mi cama.- ¿Sabes dónde está Ángel? No lo he visto en su habitación.-dijo inocentemente.

-Em…-me puse claramente nerviosa.- No, estará en el baño.

-Gracias, tata.-sonrió.

-Ahora bajo.

Irene salió de mi habitación. Me agaché al lado de mi cama y puse una mano dentro.

-¿Ángel?-dije al no encontrarlo.

De golpe, una mano me arrastró debajo de mi cama, haciendo que no viera nada. Noté unas cálidas manos sobre mi piel.

-¿Tan bien me escondo?- me susurró al oído.

Me apoyé en él, hacía frío allí. Nos pasamos un rato así, bajo mi cama, abrazados.

-Deberíamos salir de aquí, se preocuparán.- le dije.

-Deberíamos, tú lo has dicho.-murmuró a un milímetro de mi boca. Cogió mi cabeza con sus manos y me besó, lentamente. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal.

-En serio…-dije entre dientes. Al fin, tras un par de minutos, o tal vez segundos allí debajo, conseguí ir a cenar.

La cena transcurrió normal, como cualquier otra. Tal vez un poco más alegre por mi recuperación. Conseguí escabullirme antes de que Ángel terminara y me fui rápidamente a mi habitación. Me quité mis zapatos y mi camiseta, reemplazándola por la camiseta del pijama. Deslicé mis pantalones hacia el suelo, lentamente, para ponerme los otros. Me metí en mi cama, muerta de cansancio, apagué la luz. Y me dormí. A las tres de la mañana un roce en mi piel me despertó.

-Perdona, no pretendía despertarte.-dijo la voz de Ángel en la oscuridad.

-No importa.-dije, aún dormida.

-Bueno, ya te dejo dormir, me voy.

-No, quédate.- Todavía no sé porque dije eso.

Él no respondió. De golpe noté el calor de su cuerpo junto al mío.

-Estás ardiendo- le reproché tocando uno de sus brazos.

-Pues yo tengo frío.-dijo suavemente.- Perdona por haberte despertado, no podía dormir.

-No pasa nada, tranquilo. Anda, ven aquí.-Abrí los brazos, invitándolo a abrazarme. –Creo que tienes fiebre.

-No.

-Sí. Y no me seas cabezota, eh.-puse mis labios sobre su frente y, realmente, estaba ardiendo. Si no tenía más de 38 de fiebre... Noté cómo lentamente su respiración se hacía superficial, hasta quedarse dormido. También mis sentidos se estaban adormeciendo, así que cerré los ojos para entrar en el mundo de los sueños.

-¡Espero que os parezca bonito, chicos!-gritó la voz de una mujer.

Abrí los ojos lentamente. La luz me obligó a cerrarlos y volver a abrirlos. Entonces pude ver a Ana cerca de mi cama, con los brazos cruzados y semblante serio, y a Ángel todavía medio dormido a mi lado, en mi cama, desperezándose.

-¿Me lo podéis explicar?-dijo.

Los dos nos despertamos de golpe. Nos miramos entre nosotros.

-No es lo que parece, Ana. Aquí no ha pasado nada…-intentó explicarle Ángel.

-Ya vale, no os quiero oír a ninguno. Ángel, vete a tu habitación, Marina, tenemos que hablar.

Ángel me miró. Se levantó lentamente y salió de allí. Ana se colocó una mano en la frente.

-A ver… Estoy intentando averiguar que hacía un chico en tu habitación, durante la noche. ¿Puedes ayudarme?

-Es Ángel.

-Quien sea.

-Anoche… él no podía dormir y vino aquí. Entonces le invité a quedarse, porque tenía fiebre.

-¿Sabes? Esto ha llegado demasiado lejos. Sois dos adolescentes que viven juntos, con una niña en casa.

-Irene no se enterará de nada.

-Marina, te estoy sugiriendo…No, te estoy obligando a que cortes con él.

Dios, creo que se me quedó una cara de completo pasmo. Me estba piediendo que dejara a mi novio, a Ángel. Antes de que le pudiera responder, salió con un portazo.

domingo, 5 de junio de 2011

Irresistible...

Dios, no me lo puedo creer. Es imposible. ¿Ahora? Le quiero, pero un hospital no es, digamos, el mejor sitio para mi primera vez. Ni mía, ni de nadie. Buff, tengo que decidirme o no podré echarme atrás. Temblorosa, muevo mis manos por su ancha espalda y las coloco sobre sus hombros. Siento que él necesita algo más que esto, algo que no sé si yo quiero. Respira y adelante. Con mis manos en sus hombros y las suyas a punto de desabrocharme el sujetador, lo separo dulcemente. Él emite un pequeño gruñido y, a regañadientes, separa sus manos del cierre.
-No creo que sea el mejor momento-murmuro.
-¿Y cuanto lo será?- parecía un poco enfadado.
Le besé
-Aquí, no.
-¿Prefieres que nos encerremos en el lavabo?-dijo a ras de mi boca.
Tentadora idea. Cambio bruscamente de idea.
-Estamos en un hospital, Ángel. ¿Y si hubiera entrado alguien?
-Se le dice: No es lo que parece, señor. Como en todas las películas.
-Ángel, por favor.
-Vale, vale. –Se levantó y recogió su camiseta, que había acabado en el suelo, al lado de la mía.- Toma.-Me lanzó la mía.
Nada más nos pusimos la camiseta, Ana entró por la puerta. Si no lo hubiera parado, esto habría acabado realmente mal. Le eché una mirada de reproche a él.
-Tenías razón, Ángel. Necesitaba urgentemente un sándwich.-dijo Ana con una sonrisa en la boca.
-¿Cuándo me podré ir, Ana?-le pregunté ansiosa.
-En un par de días, Los médicos quieren tenerte en observación. Seguramente, te darán unas pastillas y tendrás que venir dos veces cada semana.
Resoplé.
-Odio los hospitales, me dan morbo.-Tras decir estas palabras, me dormí un buen rato.
Tres días más tarde, salí del hospital. Ana tenía razón en todo. Bajo el brazo me llevé un buen pote de pastillas y un papel que decía que dos veces a la semana tenía que ir para hacer un control rutinario.
-Por fin en casa.-suspiré cuando entré por la puerta y me tiré a la cama. Me sobresalté a mi misma al usar la palabra “casa” a ese edificio. Me di la vuelta y vi a Ángel apoyado en el marco de la puerta.
-¿Este si es el lugar adecuado?-me preguntó acercándose y besándome el cuello. No lo puede resistir, le besé.- ¿Eso es un sí?- No respondí y, de nuevo, le besé. Era irresistible.
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Ahora que ya me he puesto a escribr, es que ya no puedo parar. Quiero que la historia llegue hasta un punto dramático... No puedo deciros nada más, sólo que sé que el final será realmente triste. (esto me pasa por ponerme a pensar lo que puede pasar en la historia una noche de tormenta...) Bueno pos eso, comentad a ver que os parece!!
Anitah

viernes, 3 de junio de 2011

Te lo prometo, nunca

Alberto salió corriendo de la habitación sin mirar atrás siquiera. No podía respirar, me iba a dar algo. En ese momento, Ángel entró en la habitación. Dio un bote y se acercó a mi cama. El corazón me latía desbocado.

-Marina, respira, tranquila, respira...-acarició mi cabeza. Inspiré lentamente y puse mi mente en blanco.

-Me duele mucho el pecho...-murmuré con dolor.

De golpe, una enfermera y un médico entraron corriendo en la habitación y sacaron a Ángel. Me pusieron una mascarilla de aire y una intravenosa con una botella de suero. Lentamente me tranquilicé, pero me tuvieron que dar una pastilla. Los médicos impidieron la entrada de alguien a mi habitación, así que estuve un par de horas sola. Me dio tiempo a pensar en lo que le diría a Alberto cuando lo viera. Como diría mi madre, hablando en el rey de Roma, por la puerta se asoma. Picó a la puerta y entró sin esperar respuesta.

-¿Porqué estabas con él?- directo al grano, sí señor.

-Hola, Marina, ¿Qué tal estás? Genial. –me hice un monologo yo misma.- Sólo me hadado un ataque al corazón, no es nada…

-Lo siento.-dijo él.

-No lo parece.

Sonrió, bueno, hizo una mueca y se me aproximó. Abrí la boca para decirle que se fuera, que no quería hablar con él, pero aprovechó la oportunidad para plantarme un beso súper pasional, que me dejó sin aliento. Abrí de nuevo los ojos (era de mala educación mirar cuando te besan), lo miré y le planté un bofetón que se debió oír hasta en China, al menos, porque entraron Ángel, que sonrió con suficiencia a Alberto, y Ana, que estaba realmente asustada.

Me incorporé en la cama y me senté, colocando las almohadas tras mi espalda. Ana me abrazó justo a tiempo para que no viera de qué color se me habían puesto los ojos. Mientras la abrazaba, Ángel echó a Alberto de la habitación.

-Tengo miedo, Ana.-confesé. Pero ella sabía que no era por Alberto, si no porque en mi familia alguien había muerto de ataques al corazón.

-Tranquila, cariño, no te pasará nada.-la abracé más fuerte, mientras sollozaba entre sus brazos.

-Ana, deberías comer algo –dijo Ángel un rato más tarde –Yo me quedaré con ella, tranquila, no le pasará nada.

Ana salió de la habitación y yo me quedé con él.

-Tengo miedo- le dije a él – tengo miedo de no salir de aquí, de no volver a verte…

-Nunca, ¿vale?, nunca.-dijo des de la silla.

-Abrázame, por favor, abrázame…-volvía llorar, ahora por todo: por Alberto, por Ángel, por mis dudas hasta ahora no resueltas, por todo el daño que había provocado…

Y él me abrazó, dejando que le manchara la camiseta de lágrimas, que llorara hasta no poder más y sollozara.

-Marina.-me llamó.- Marina…-Levantó mi cabeza, hasta que me perdí en su mirada. – TE QUIERO.- Si así, en mayúscula, cursiva, negrita y subrayado. Sollocé de nuevo. Se acercó más a mí y me besó. Se deslizó a mi oreja en la que repitió esas palabras.- TE QUIERO.- Me recorrió un escalofrío. Besó mi cuello. Otra vez- TE QUIERO.-Besó mi pelo. De nuevo- TE QUIERO. – Besó mi frente y una última…- TE QUIERO.- y regresó a mi boca.

 Estaba en total estado de shock. Me abrazó fuertemente. Separé mis labios de los suyos y apoyé mi frente en la suya. Ahhh, que bonitos son sus ojos…

-Nunca te vayas, por favor. –musité.

-Nunca, nunca, te lo prometo.

Esta vez le besé yo, lentamente. Se sentó sobre mi cama y siguió besándome, más pasionalmente. Me recosté ligeramente en el cabezal de la cama y él me siguió, acabando en horcajadas sobre mí y con una mano entre mi ropa. ¿Ahora?, ¿Ha llegado el momento? Todo parecía indicar que así era. Me dejé llevar por esa pequeña corriente que me transmitían sus manos sobre mi piel. Coloqué mis manos, muy despacio, bajo su camiseta y la pasé por sus abdominales marcados y por su espalda ancha. De pronto, pareció decidido y, mientras me besaba, se quitó la camiseta. Se zambulló de nuevo en mis labios, que estaban confusos. Parecía que me hubiera tomado alguna droga, y todo mi cuerpo vibraba en sintonía a lo que sentía, estaba realmente ardiendo. Ángel colocó de nuevo sus manos bajo mi camisa blanca, de hospital, y empezó a levantarla suavemente, hasta que acabó quitándomela. Me quedé en sujetador y con un fino pantalón, también blanco, delante de él. Pasó la mano por mi espalda y se detuvo en el cierre de mi sujetador. ¿Ahora?, ¿Iba a pasar de verdad?
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Siento mucho no haber escrito en todo este tiempo, es que tuve muchos exámenes, la avaluación pasada fue un verdadero desastre, así que tenia que esforzarme y todo eso... Al final, con cumpleaños, fiestas, exámenes y deberes no he escrito en meses... Pero he seguido leyendo todas las historias. (¡¡¡me encanta que tres de tres haya vuelto!!!) Bueno, hoy me encontraba un poco rara y diferente (pork el jueves me voy a port aventura con el cole) y como estaba hablando con un amigo (sólo es un amigo, ehh) sobre el tema este de las parejitas, del amor y todo lo que conlleba, he pensado, ¿Sí?, pues ahora voy a escribir un capítulo sobre esto!.
Espero que os guste, comentar plis!
Anitahh