lunes, 18 de julio de 2011

Ibas a respetar mis decisiones

<<No, imposible. No te acaba de pedir lo tú crees. ¿O sí? No puedo hacer eso. No lo voy a perder otra vez, no quiero. >>

Noté un entumecimiento en todo el cuerpo y cómo alguien, lentamente, deslizaba su dedo sobre mi piel. Me estremecí, en mi habitación no había nadie.

-No, no puedo…-murmuré agonizada justo antes de despertarme.

El rostro de Ángel apareció sobre mi cabeza, y su dedo deslizándose por mis labios.

-¿Estás bien?-me susurró cerca de la oreja. Asentí lentamente.

-Estaba soñando, una pesadilla.

Él simplemente se limitó a acercar su cuerpo al mío (no creía que eso fuera posible), lentamente, hasta colocar mi cabeza en su hombro.

-Te quiero…-le miré con incredulidad. No se me puede decir estas cosas a esta hora de la mañana.-… mucho-añadió.

-Te amo. Yo te gano-le repliqué sacándole la lengua como haría Irene en mi caso.- Te gano en muchas más cosas, que conste.

-¿Estás segura?

Asentí.

-Bueno, pero no me ganas resistiendo cosquillas, ¿o sí?-dijo colocando las manos en mi cuerpo y empezando. Intenté resitir la risa, mantenerme seria… pero no dio resultado.

-Ya, ya. –dije entre pequeños grititos/risas. - Me rindo, tú ganas.

-¿De verdad?- dijo alzando una ceja.

-Sí. –sonreí y levanté levemente la cabeza para darle un beso.

Se oyó una tos pronunciada al lado de mi puerta. Me puse roja como un tomate.

-Siento interrumpir vuestra cháchara matutina, chicos.-dijo Ana mirándonos sonriente.- Pero el desayuno ya está hecho.

Me puse un poco más roja (si eso era posible) y me levanté de mi cama para ir a desayunar. La pequeña de la casa ya estaba sentada en la mesa cuando nosotros llegamos.

-Buenos días, Irene.-dije cogiendo el zumo de la nevera y sentándome.

-Hola.-dijo distraída, removiendo sus cereales con la cuchara.

-¿Estás bien, peque?-preguntó Ángel alborotándole el pelo.

-Sí. –dijo levantándose y dejando el desayuno intacto.- Voy a ponerme el uniforme.

Ángel y yo nos miramos entre nosotros. ¿Qué le podía pasar?

-Está rara-dijo él.

-¿Cómo puede estar rara? ¡Tiene 4 años!

Me ofreció una galleta. La cogí y le sonreí.

-Bueno, voy a vestirme.- Dijo él. Todavía iba en pijama. Bueno, con los pantalones del pijama.

-Espera-dije antes de que se fuera.- Voy contigo.

Ambos nos levantamos y empezamos a subir las escaleras.

-¿Con lo de “voy contigo”, no dirás que vienes conmigo a mi habitación, mientras me   cambio, no?- sonrió pícaramente.

-Idiota…-le dije dándole un puñetazo sin fuerza en la barriga.

Con todo esto, estábamos delante de la puerta del lavabo. Él me empujó ligeramente hacia dentro y cerró la puerta tras él. Me besó. Le devolví el beso.

-¿Te duchas conmigo?-dijo entre suspiros.

Me besó con más pasión. Dios, estaba aturdida. ¡Ni que me hubiera emborrachado! No sabía lo que hacía, mi cuerpo seguía sus instintos. Deslizaba mis manos por su torso y su espalda. Él parecía fuera de control, estaba perdiendo la capacidad de contenerse.

-Dijiste que ibas a respetar mis decisiones…-murmuré exhausta

-He cambiado de idea.-murmuró mordiéndome la oreja.

-Ángel…